Superar el muro con Kathrine Switzer

La legendaria corredora, pionera de la lucha por la igualdad, me ayudó a terminar la Maratón de Nueva York

Kilómetro 33. El “hombre del mazo” ha pegado duro. Muy duro. Suele ocurrir a estas alturas de la maratón, los corredores ya estamos avisados. Sobre todo los más experimentados. Pero en Nueva York te golpea más fuerte todavía. La larga recta de 5 kilómetros, en ligera cuesta hacia arriba, que es la First Avenue te pone en tu sitio. Te recuerda que aquí has venido a sufrir. Y que lo que eran saltos de alegría hasta entonces, dejándote llevar por la ruidosa muchedumbre que no para de aplaudir a ambos lados de la inmensa avenida en cuanto entras en Manhattan, ahora son lamentos por no haber guardado energías.

El Willis Avenue Bridge, que conecta con el Bronx, te recibe con un cartel que pone “To the hell and back” (al infierno y vuelta). Aquí no se andan con paños calientes. Falta haría un poco de calor después de que la fina lluvia caída durante toda la mañana te tenga calado hasta los calcetines. Es es ese momento de la maratón en el que te planteas qué haces aquí, quién te ha mandado a meterte en esto… Intentas eliminar los pensamientos negativos y cambiarlos por positivos. Tratas de pensar en los 33 kilómetros que ya llevas recorridos y no en los 9 que aún quedan.

Cuando estás a punto de terminar de cruzar el Harlem River, ya casi sin una gota de energía, escuchas sonidos escoceses. Son los gaiteros que todos los años te reciben a las puertas del Bronx, con esa música ceremonial que le da al muro aún mayor solemnidad. A lo lejos veo una silueta familiar. Su pelo dorado ensortijado, domado por una visera negra, se contornea por el puente sin que nadie a su alrededor se percate de su inmensa figura. De repente, sin saber de dónde, recupero energía y empiezo a acercarme a ella. Su camiseta vinotinto y el dorsal 261 son inconfundibles: se trata de Kathrine Switzer.

Una pionera en la lucha por la igualdad

Esta señora del running es una pionera en la lucha por la igualdad entre mujeres y hombres. Seguro que conocéis su historia pero, para quienes aún no sabéis de quién se trata, os diré que hizo algo muy grande: era la Maratón de Boston de 1967 y a las mujeres aún no se les permitía participar en carreras. Ella, contraviniendo las reglas, se inscribió y participó con una sudadera con capucha para que no vieran que era mujer. A pesar de que el codirector de la carrera la descubrió y trató de evitar que terminara, Kathy llegó a la meta y marcó un hito. Pocos años después, en 1974, ganó la Maratón de Nueva York.

Con Kathy me une una relación especial: ella para mí es un mito. Y tuve la suerte de conocerla en la Maratón de Boston de 2013. Sí, el del atentado. El día antes, en la Feria del Corredor, ella estaba firmando autógrafos y yo estuve esperando para llevarme mi dorsal estampado con su rúbrica. Con los nervios y la ilusión no me percaté de lo que puso. Pero, en la carrera, justo cuando explotaron las bombas, tuve que pararme a recuperar el aliento. Al secarme el sudor con la camiseta, pude ver que me había escrito “Be fearless” (no tengas miedo). Aquello me dio la energía que necesitaba para solventar la situación que estaba viviendo.

Al tiempo le mandé un email (lo encontré en su web) agradeciéndole aquel gesto. Pensé que no me contestaría, pero lo hizo con una amabilidad exquisita. Desde entonces, los correos fueron constantes y nuestra relación se fue haciendo cada vez más estrecha. Tanto, que me tomé la confianza de pedirle que escribiera el prólogo de mi “Guía para correr la Maratón de Nueva York”. Aceptó. Y, pocos meses después de la publicación del libro, le pude entregar un ejemplar en la Feria del Corredor neoyorquina. Fue pocas horas antes de que nos volviéramos a encontrar, esta vez bajo la fina lluvia y en plena carrera.

Con las pocas fuerzas que me quedaban, me aproximo a ella y casi no puedo esbozar una palabra. Kathy me recibe con una sonrisa. Intercambiamos un par de mensajes de ánimos y recuerdo las palabras que escribió en su prólogo, que comparto aquí en la web:

“Queda mucho por recorrer, es la maratón más increíble del mundo, en una ciudad dura. Pero es un grandioso momento que te tenía reservado el destino”.

Un “grandioso momento” en el muro

Y vaya si es “un grandioso momento”. Le pido permiso para hacer una foto y guardar para siempre este “grandioso momento”. Acepta, claro. Como siempre que le he pedido algo. No sé de dónde saco las fuerzas para agradecérselo. Pero lo hago, faltaría más. Y recupero el aliento. Vaya si lo recupero. La miro, como pidiendo permiso para aligerar el paso. Ella, sin necesidad de que se lo pida, asiente. Me da una palmada en la espalda y grita “Come on, Rafa!”.

Una vez más, Kathrine Switzer me salvó la vida. Y han sido unas cuantas. Cuando aquel día en Boston miré su “Be fearless” en su dorsal y este día también en la Maratón de Nueva York. No sólo ha salvado mi vida. Ha salvado la de miles de personas. Porque, gracias a ella, el mundo es bastante mejor. Gracias a Kathy pude compartir el placer de cruzar la meta en Central Park junto a cientos de mujeres. Por ellas. Por todas. Por vosotras. Por Kathrine Switzer…