El recorrido de la Maratón de Nueva York (6): vuelta a Manhattan

La gloria te está esperando… pero qué lejos parece

Fuente: @nycmarathon

El recorrido de la Maratón de Nueva York regresa a Manhattan, donde está la línea de meta. Un cartel te da la bienvenida a Harlem. Y un DJ pincha música en la intersección de la 5th Avenue y la 135th Street. Entramos en la milla 21, a dos avenidas de donde Malcom X predicaba en los años 60. Un cantante de música R&B llamado Orikl interpreta en la 126th Street, junto a la Washington Irving High School. Los niños han escrito con tizas en el suelo frases alentadoras que intentan darte la energía que necesitas. Es curioso que ahora las leas sobre el asfalto y no en los carteles portados por los espectadores en las aceras. Pero nada es casualidad: a estas alturas, con el cansancio acumulado, mirarás más al suelo que al horizonte.

Desde ahí la carrera se mueve hacia el sur por la génesis de la 5th Avenue y pasa el Marcus Garvey Park. Este parque toma su nombre de un jamaicano que vivió en Harlem y luchó contra el racismo. Gracias a él, esta zona es de claro sabor africano, sobre todo etíope. Una vez que rodeas el parque vuelves a la 5th Avenue, para afrontar una pequeña subida antes de entrar en Central Park. No es la más pronunciada, pero a estas alturas todo afecta. Parece uno de los puertos del Tour de Francia, porque el público se agolpa a ambos lados y te animan como si fueras un ciclista, estrechando aún más el camino. Tan angosta es la calle que prácticamente los corredores serpentean de uno en uno. Entre la 118th y la 117th streets se pasa junto a un edificio de apartamentos, con un cartel encima de la puerta que deja bien claro el mensaje que has de tener en cuenta: “Victory one”. Aquí la victoria depende de uno mismo, el triunfo particular está en función de las fuerzas que hayas guardado anteriormente.

Este tramo de la 5th Avenue, entre las millas 21 y 22, se llama desde 2007 Honorable Percy E. Sutton Way, por el hombre, que junto a Fred Lebow, sacó de Central Park la Maratón a las calles de Nueva York. En la 103rd Street está la milla 23. Dos calles más adelante se pasa junto al Conservatory Garden. Se continúa por la Museum mile, con el Museo del Barrio, el Museo de la Ciudad de Nueva York, el Guggenheim y el Museo Nacional de Diseño Cooper-Hewitt prácticamente seguidos.

Es una zona de apartamentos lujosos de los años 20, de mansiones… Al otro lado de la calle, a la derecha, los árboles del parque y las banderolas colgando de las farolas, que indican que ya estás en la milla 23. Ahora se entra en Central Park en la East 90th Street. En esta esquina se encuentra la Church of the Heavenly Rest. La meta ya está cerca, como si fuera la Tierra Prometida.

Entras en Central Park, la tierra prometida

En el East Drive, ya dentro del parque, hay miles de espectadores que gritan, aplauden, agitan los cencerros, muestran sus carteles, te animan diciendo tu nombre… Entre la energía que ellos te dan y el aire limpio que proporcionan los árboles del parque, recobras un poco el aliento. Pero por poco tiempo. Las continuas subidas y bajadas a las pequeñas colinas de Central Park son un martirio para los castigados cuádriceps. Pero es el momento de disfrutar de un lugar que habrás visto en cantidad de películas (como “Love Story”, “Kramer contra Kramer”, “Todos dicen I love you” o “Serendipity”).

“Si quieres correr, corre una milla.

Si quieres vivir una experiencia, corre una maratón”

(Emil Zatopek)

En la milla 24, los corredores pasan junto al Metropolitan Museum of Art, el museo más grande del mundo. Verás la Aguja de Cleopatra, un obelisco egipcio de 3.500 años de antigüedad y 21 metros de altura (idéntico  a otro que se encuentra en Londres). Se trajo a Nueva York a finales del siglo XIX como regalo del virrey de Egipto, Ismail Pasha, en agradecimiento a Estados Unidos  por  la  ayuda en la construcción del canal de Suez.

Esta colina se llama Cat Hill, por una estatua de bronce de una pantera posada sobre una roca en el East Park Drive, a la altura de la 78th Street. Al otro lado está el Boathouse, junto al cartel de la milla 25. Queda poco más de una milla, un kilómetro y medio. La emoción te embarga. Quieres acabar, porque estás exhausto, pero no deseas que se termine, intentas alargar y exprimir esta experiencia hasta límites insospechados. Hay dolor y alegría, cansancio y júbilo, agotamiento y éxtasis…

La carrera sale del parque en la 59th Street con Central Park South. Justo enfrente verás el Hotel Plaza, donde se hospedan los millonarios y uno de los escenarios de la película Cocodrilo Dundee. Éste es el lugar en el que se equivocó Germán Silva, el mexicano que tomó el giro equivocado en los años 90.

Ya en South Central Park, a la altura de la 7th Avenue, alguien atrapa nuestra atención: es un policía, el oficial del NYPD John Codiglia, con su imponente mostacho. Con un megáfono intenta coordinar el paso de los peatones, para que crucen la calle sin molestar el camino de los corredores. Pero, a la vez, anima a todos los maratonianos y les dice que la meta ya está cerca. Y así está durante seis horas. Con sus bromas, incluso te arrancará una sonrisa aunque a estas alturas no tengas ni fuerzas para reir.

Foto: Alfonso Lozano

El recorrido vuelve a entrar en Central Park por Columbus Circle, donde hay colocado un gran escenario con actuaciones musicales, y se encamina hacia la línea de meta en el West Drive, cerca de West 67th Street. Los últimos 500 metros son cuesta arriba, pero ahí parece que vas volando, de hecho hay gente que después dice que no se dio cuenta de la pendiente de esta zona. Las banderas de todos los países anteceden a las gradas. Pasas por la pancarta de la milla 26, apenas quedan unos metros para saborear la gloria. Disfruta, ralentiza el paso, esto se está acabando y debes saborear lo que estás viviendo. Saluda al público que abarrota las gradas, siéntete importante y especial porque realmente lo eres: vas a terminar la Maratón de Nueva York.

Sólo dos hombres y dos mujeres rompen la cinta de ganadores. Para los demás, la gran celebración ha sido durante todo el recorrido, con la magia de esta maratón. Cuando llegues al final, no pares inmediatamente el reloj, ya que de lo contrario tu mano tapará el dorsal y después será difícil reconocerte a la hora de que te envíen las fotos de recuerdo. Entras en la meta sudado, con sal en la cara, los labios agrieteados. Pero ha merecido la pena. La gente empieza buscando un motivo y acabas encontrando una revelación. Empiezas con una pregunta (¿podré?) y acabas con una respuesta (Sísepuede!). No sabes si reír, si gritar, si llorar… ¡Son tantas emociones juntas!