El recorrido de la Maratón de Nueva York (4): Manhattan

Miles de espectadores te están esperando

Fuente: @nycmarathon

El recorrido de la Maratón de Nueva York llega a Manhattan después de que los maratonianos salgan del Queensboro Bridge. Es el nirvana. Un auténtico éxtasis, una explosión de adrenalina de proporciones similares a las del big bang, con miles de espectadores agolpados en las aceras hasta en filas de cuatro y de cinco personas. El griterío es ensordecedor, lo más parecido que hay a un campo de fútbol cuando canta “gol”. La locura. Gritan en diferentes idiomas, como si estuvieran poseídos, y casi no eres capaz de entender lo que dicen porque cada chillido es como el rugido de un león. Y no van a parar de hacerlo hasta que no pase por allí el último corredor. A pesar de llevar ya tantos kilómetros a las espaldas, se te dibuja una sonrisa. Ahora casi no tienes fuerzas para chocar las manos con ellos, como hiciste en Brooklyn, pero sientes esa energía que te transmiten. Es la magia de Nueva York.

“Manhattan… qué buen nombre para

la mejor isla democrática de América”

Walt Whitman

La salida del Queensboro te hace dar un giro de 270 grados en la 59th Street, pasar por debajo del puente y encarar la 1st Avenue. Una larga recta, de varios kilómetros hacia el norte, que recorrerá el Upper East Side. Hay tanta gente en esta parte del recorrido que, incluso, se tienen que poner vallas. Es el lugar en el que todos nos sentimos campeones, quizás el único momento de tu vida en el que tanta gente grite tu nombre. El corazón empieza a bombear de la emoción y tienes que calmarte porque puedes empezar a hiperventilar. Aquí mucha gente queda con su familia, se paran para abrazarse con ellos, se hacen fotos, cogen a sus hijos… Para mí es el mejor lugar para encontrarte con tus acompañantes. El momento en el que notas el orgullo en las caras de esos seres queridos que ven cómo alguien cercano está luchando contra un desafío tan grande como es la maratón. Desde los balcones y las azoteas también se puede ver gente gritando. Es la hora del brunch, y muchos disfrutan de su mimosa mientras ven esta maravillosa fiesta de la superación.

No sabrás a dónde mirar. A un lado de la calle, pancartas de ánimo de un hijo que ha estado dibujando toda la noche para su padre. Un poco más adelante, las chicas que esperan para ver a su amiga corriendo su primera maratón. No hay nada igual. Cada centímetro, cada palmo de esta avenida, es una auténtica celebración del running, el culmen de todo lo que has estado soñando vivir durante meses lo tienes ahí delante.

El lugar en el que todo merece la pena

Es tanta la gente que hay agolpada en las aceras, que será una feliz casualidad que puedas encontrarte con algún familiar si has quedado en este punto. Lo que te recomiendo es que absorbas la energía del público en esta zona, y le pidas a los tuyos que te animen un poco más al norte, a partir de la 100th Street. Allí no hay vallas y, al haber menos gente, el ambiente es más tranquilo. Además, durante toda la 1st Avenue irás con la motivación de que un poco más arriba te vas a encontrar con ellos.

En la Milla 17 se pasa por la zona de hidratación, dos manzanas en las que hay agua y esponjas húmedas. Aprovéchalas para refrescarte y quitarte la sal de la cara. Estamos en Yorkville, otrora refugio para inmigrantes europeos, sobre todo alemanes, llamada así por el Duque de York (envió barcos en el siglo XVII para liberar a la ciudad de los holandeses). Y una milla más adelante hay una zona con geles energéticos. No te despistes por aquí y ándate pendiente del suelo, porque está resbaladizo por las esponjas, el agua y la piel de los plátanos que se han repartido. Tendrás que sortearlos como si fuera un campo de minas. Un resbalón puede arruinar tu carrera, ahora que estás tan cerca.

Ahora mismo, la carrera va en dirección contraria a la línea de meta, subiendo hacia el norte. Luego bajará. En la 114th street, a la derecha, verás el Thomas Jefferson Park, donde los más pequeños están jugando al baseball. La carrera pasa por East Harlem, la casa del que fuera alcalde de Nueva York Fiorello LaGuardia, y El Barrio, con una comunidad latina vibrante. Entre la 117 y la 118th streets está el Patsy’s Pizza, un lugar de culto para los amantes de esta comida. Pasquale Lancieri abrió el restaurante en 1933 después de trabajar en Lombardi’s, la que es considerada la primera pizzería de la ciudad, en Little Italy.